La adoración está en el centro de la vida de la iglesia. En la adoración reconocemos que Dios es digno. Esa adoración abarca la semana completa —cuando estamos en la comunidad, en nuestros hogares o congregados—. Ya que los cristianos son miembros del único cuerpo de Cristo, hacemos que nuestra prioridad sea juntarnos para adorar en unidad.
En la tradición reformada, la adoración es tan esencial que sus formas —la liturgia— son parte de la Constitución de la RCA. Históricamente, los cultos reformados tienen una estructura particular que refleja nuestros encuentros con Dios: acercarnos a Dios, recibir la Palabra de Dios y responder a Dios. Los detalles particulares del culto son flexibles, pero el fundamento es el mismo.