Las iglesias vibrantes y fieles no aparecen de la nada. De hecho, el número de miembros de las iglesias está disminuyendo en Norteamérica. Pero el ACR cree que las iglesias pueden cambiar y lo hacen. Creemos que por el poder del Espíritu Santo, Dios renueva a los individuos y a las congregaciones para que puedan, a su vez, participar en la renovación de sus comunidades y del mundo.
Desarrollar una cultura congregacional sana requiere un esfuerzo. Amar a Dios y amar a los demás -tanto dentro de la iglesia como fuera de ella- es un proceso de aprendizaje lento y constante. Ese aprendizaje se produce a nivel individual y corporativo. Pero cuando lo hace, la transformación es hermosa.