La Iglesia Reformada en América cree que las mujeres están llamadas a utilizar sus dones en todos los niveles de liderazgo de la iglesia. Estamos trabajando para convertirnos en un lugar donde todas las mujeres estén equipadas y capacitadas para ejercer plenamente sus dones en la vida, el ministerio, la misión y los oficios de la iglesia.
El relato de la creación nos dice que las mujeres y los hombres fueron hechos a imagen y semejanza de Dios para cuidar el mundo como socios. La pérdida de la asociación igualitaria que Dios quiso que tuviéramos oscurece la voluntad de Dios tanto para las mujeres como para los hombres.
A lo largo del Antiguo Testamento, las historias de liderazgo y servicio de las mujeres dan testimonio de que tanto las mujeres como los hombres deben trabajar con Dios en la creación. Estos relatos enhebran las acciones fieles de mujeres como Ester, Rut y Rahab en la historia mayor del plan de Dios para Israel y el mundo.
Todas las historias del Antiguo Testamento conducen a la llegada de Jesucristo. Nacido de una mujer, Jesús era la imagen y semejanza perfectas del Creador todopoderoso cuya divinidad compartía. En Jesús se reafirmó la intención de Dios para la raza humana y se selló finalmente. Jesús vino a servir y a llamar a mujeres y hombres al servicio de Dios.
En una época en la que la participación de las mujeres judías en la vida religiosa se limitaba en gran medida a las funciones domésticas, en la que pocas mujeres eran instruidas en la Torá y menos aún se les permitía enseñarla, en la que las mujeres eran frecuentemente excluidas de los servicios del templo por ser ritualmente impuras, Jesús ofreció a las mujeres nuevas funciones.
Las mujeres que seguían a Jesús lo acompañaron hasta la cruz. Después de su muerte, estas mujeres acudieron a su tumba para cumplir la función tradicional de ungir su cuerpo. Pero, en cambio, fueron las primeras en dar testimonio de la resurrección de Cristo. Al seguir a Jesús, estas mujeres descubrieron su vocación de ser sus discípulas. Al dar testimonio de la resurrección de Cristo, descubrieron la plena libertad que conlleva ser salvado por Cristo, y comenzaron a reclamar su responsabilidad como sacerdotes y gobernantes con Cristo para siempre.
Jesús invita tanto a las mujeres como a los hombres a la plena libertad como discípulos suyos. Para Jesús, la cuestión de quién puede enseñar o predicar o curar es simplemente una cuestión de quién puede ser un seguidor fiel. ¿Quién puede ser un testigo fiable de la resurrección? ¿Quién puede, por el poder del Espíritu Santo, encarnar el ministerio de servicio de Jesucristo?