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La transformación es obra de Jesucristo y surge de nuestra relación con él.

por Tom De Vries

Cuando nos unimos a Jesucristo, pasamos de lo viejo a lo nuevo, de la muerte a la vida, de lo injusto a lo justo, de lo pecaminoso a lo santo.

La transformación es obra de Jesucristo y surge de nuestra relación con él.

El El Catecismo de Heidelberg nos da una comprensión más completa en la pregunta y respuesta 90:

Q. ¿Qué implica el verdadero arrepentimiento o conversión? 
A. Dos cosas: la muerte del viejo yo, y el surgimiento de la vida del nuevo.

Q. ¿Qué es la muerte del viejo yo? 
A. Lamentar sinceramente el pecado y cada vez más odiar y huir de él.

Q. ¿En qué consiste la llegada a la vida del nuevo yo? 
A. Gozo de todo corazón en Dios por medio de Cristo y un amor y deleite por vivir de acuerdo a la voluntad de Dios haciendo toda clase de buenas obras.

Nuestra unión con Jesucristo nos pone en comunión con Dios Padre, restableciendo nuestra relación con él. Todd Billings, profesor del Western Theological Seminary, lo describió así en una entrevista de 2011 con la Gospel Coalition:

...en la proclamación del Evangelio se nos presenta nuestra verdadera identidad: que somos hijos adoptivos del Dios Trino, cuya verdadera identidad está en Cristo por el Espíritu. La exhortación se convierte en: vive en esta nueva identidad, que es tu verdadera identidad. Vestíos del Señor Jesucristo porque habéis sido unidos a Él en su muerte y resurrección.

El hecho de que nuestra relación con Dios sea correcta a través de Jesucristo (lo que la Biblia describe como justificación), nos lleva a vivir nuestra fe de manera que nos asemejemos más a Cristo y traigamos una transformación a nuestro mundo (lo que la Biblia describe como santificación).

Al amar más a Cristo, viviremos y amaremos más como Jesús.

Tener a Cristo en nosotros influye en cómo nos relacionamos con la gente en el trabajo, cómo nos relacionamos en nuestra familia. Influye en cómo vemos a los pobres y a los marginados. Influye en cómo abrazamos, aceptamos, amamos y bendecimos a los demás. Influye en el nivel de honestidad, integridad y autenticidad con que vivimos nuestras vidas.

Cuando la Escritura habla de cosas que son santificadas para Dios, significa que son apartadas como santas. Debido a nuestra posición en Cristo, hemos sido hechos santos. Cuanto más estrecha es nuestra relación con Cristo, más nos parecemos a él, y más influye nuestra transformación en la forma en que participamos y contribuimos a la vida de los demás y de nuestro mundo, al vivir y amar como Jesús.

Al vivir esta visión de la justificación y la santificación -que nos trae el cambio a nosotros y a nuestro mundo- sabemos la importancia de ser llamados por Dios y facultados por el Espíritu Santo para ser la presencia misma de Jesucristo en nuestro mundo. Somos el pueblo de Dios transformado y transformador que sigue radicalmente a Cristo en su misión.

Tom De Vries es secretario general de la Iglesia Reformada en América.