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Parte de volver a empezar es dejar ir con toda la gracia posible. Incluso cuando no veamos la cosecha de las semillas que plantamos. Eso es lo que aprendió Joanna Swart al despedirse de un pueblo y un lugar que ama.

Por Joanna Swart

Desde nuestra casa se ve un mar de verde. Hectáreas y hectáreas de maíz y sorgo. A nuestro alrededor, los brotes verdes se extienden hasta la rodilla. Es una época esperanzadora.

Los niños, encaramados en altas plataformas, gritan, arrojan lodo y continúan, cualquier cosa para mantener alejados a los pájaros. Las mujeres, encorvadas, trabajan: desbrozan, plantan y deshierban. La promesa de comida, nos dicen, les llena la barriga por sí sola. Sentimos la alegría con nuestra comunidad. Pero nuestra alegría está teñida de tristeza, porque para cuando se coseche este grano, habremos empacado la casa, llenado los baúles, dicho nuestras despedidas.

Desde nuestra casa se ve un mar de gente. Esto también es una visión de esperanza y de trabajo por hacer. Esto también es una visión de diferentes etapas de crecimiento: Nanuk y su familia, líderes de la iglesia; Semola, un joven que lucha por encontrar su lugar en su comunidad; Hiran, que está aprendiendo a confiar en Dios; unas cuantas ancianas fieles que nunca dejan de llenar el banco al sol en la iglesia. Aquí es donde hemos trabajado durante los últimos siete años. Y esto también está teñido de tristeza. Nos iremos antes de que todos hayan alcanzado la madurez. Nos iremos antes de la cosecha.

Digo todo esto a riesgo de pintar un cuadro deprimente. Esto está muy lejos de la realidad. Porque Mientras hacíamos los preparativos para irnos, me ha llamado la atención, una y otra vez, que no somos el final de la historia. Hemos tenido el bendito privilegio de formar parte de la historia de esta tierra -la obra de la cosecha- durante siete años. No fuimos los primeros aquí, ni seremos los últimos. Nada termina con nosotros, y nosotros, los que amamos este lugar como un hogar, podemos llevar esta historia con nosotros.

Pero cerrar capítulos es difícil, y lleva tiempo, y nuestro amor por este lugar no terminará cuando subamos a un avión rumbo a Tanzania. Así que parte de empezar de nuevo es dejar ir, con toda la gracia posible. Gracias por recordar en la oración y el amor lo que vamos a dejar atrás.

Joanna Swart y su marido, Caleb, sirvieron como misioneros del ACR con el pueblo Daasanech a lo largo del río Omo en Etiopía desde 2007 hasta 2014. En Tanzania se asocian con Training In Ministry Outreach, que forma a futuros misioneros en el ministerio transcultural. "Plataforma" da a los miembros del ACR la oportunidad de compartir sus opiniones.